Pez Tortilla

Había quedado con Marina para visitar el acuario. Me llamó para decir que llegaría tarde. Por una vez no era yo el que se retrasaba.

Me senté a esperarla mirando el más grande de los tanques de agua. En perfecto silencio observé los suaves movimientos de los peces que estaban en su interior.

Justo en ese momento en la parte izquierda, tras el grueso cristal apareció primero ondeando una larga melena rubia,y seguida de ella una preciosa cara de mujer.

Qué suerte tengo! La estupenda rubia va a dar de comer a los peces y yo podré disfrutar del espectáculo. Me llamó la atención que lo hiciese sin necesidad de botella de oxígeno.

Mi sorpresa fué mayúscula cuando tras la cara apareció el cuerpo desnudo, de pechos perfectos flotando ante mi.

Se situó frente al cristal y con un gesto muy lento de su mano me indicó que me acercara al tiempo que sus labios articularon un húmedo

-‘’Ven…’’

Apoyó las palmas de las manos en el cristal y entre ellas posó también su boca en un inequívoco beso.

Sin pensar hice lo mismo. Necesitaba besar aquellos labios, tocar las yemas de sus dedos, aunque fuese tras la fría capa de vídrio.

Apoyé mis manos, cada uno de mis dedos en el correspondiente de los suyos y empecé a notar un calor intenso.

Cerré los ojos y una excitación sin precedentes se apoderó de todo mi cuerpo.

Acerqué los labios. Casi rozaba ya el cristal.

Sabía que notaría el frío, que no sería real, pero aquellos labios me atraían como un imán.

Al entrar en contacto con los suyos había perdido la noción del tiempo, del ruido, del lugar.

Sólo existía ella.

Entreabrí un poco los labios y soñé con saborearla. Y en ese momento sus labios poseyeron los míos, su lengua invadió mi boca, recorrió mis dientes. Tenía un agradable sabor salado.

No era un frío cristal, era una boca ardiente que me atrapaba, que me robaba el aire, que me poseía. Violando mi respiración, atrapando mis lengua, perforando, empapando, susurrandome en un idioma que sólo ella entendía.

No sé si duró minutos u horas, pero cuando soltó mis labios, me regaló una maravillosa sonrisa y con una grácil ondulación de su cola desapareció nadando hacia lo más profundo del acuario.

Marina apareció corriendo medio sofocada.

Siento llegar tarde, pero te compensaré porque he encontrado un sitio perfecto para cenar. Es una taberna llamada Pez Tortilla.

No podía haber encontrado un nombre más apropiado para mi erótico momento acuático y a ver cómo le explicaba yo el motivo de mi erección…

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«Texto por Ana Fernández en desinteresada colaboración con Placeroral. Click aquí para ver su precioso blog.

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Podía haber sido verdad y de hecho lo fue aunque me lo esté inventando

Marina y yo salimos del acuario cogidos de la mano y nos encaminamos hacia Pez Tortilla.

Mi erección no bajaba sino todo lo contrario.

Marina es muy sexi, muy rubia y muy besucona por lo que iba a ser difícil volver a un estado de reposo. Por otro lado, el placer que sentía «por culpa» de mi estado de excitación no era tampoco, un problema.

Entramos en Pez Tortilla y estaba abarrotado de gente, por lo que tuvimos que quedarnos en la barra arropados a derecha e izquierda por personas que se nos habían adelantado para degustar los sencillos pero riquísimos manjares que Fernando estaba cocinando.

Las camareras pese a la multitud que llenaba el local, son ágiles y no tardaron en saludarnos.

Pez Tortilla no es solo una taberna de Tortillas de patata, «tortilla española». También es un lugar donde sirven cervezas difíciles de encontrar en otros sitios. Nos decantamos por una «Flying Dog y una «Brooklyn» para empezar y por unos pinchos de tortilla de Queso Brie y otro de Boletus. Estaban tan buenas que con cada bocado y cada sorbo, suspirábamos y salivábamos de gusto.

La agradable conversación hacía que el tiempo pasará volando y que las tortillas fueran desapareciendo sin darnos cuenta regadas eso si por las potentes cervezas.

Fernando siempre está en constante evolución y su tortilla de Boletus ha ido sufriendo cambios durante los últimos tiempos.

Primero agregaba los Boletus en trocitos reconocibles a simple vista , mezclados entre la patata y el huevo. Para mi gusto era perfecta porque me gustaba encontrarme los tropezones de Boletus. Posteriormente introdujo el primer cambio batiendo los hongos con una porción de mantequilla. Agregó la crema resultante a la patata y huevo y cuajo las tortillas. De esa manera el efecto visual del Boletus desaparece pero incrementa el sabor final. Pero no contento con eso, el cocinero, decidió que le faltaba un adorno que además de mejorar su aspecto, incrementará aún más el placer en el paladar y se le ocurrió colocar una cobertura de foie al ya de por si, manjar.

Fernando (el cocinero) tuvo el detalle de invitarnos a degustar los pinchos de está riquísima variedad de tortilla y Mía amiga Marina invitó al resto. Así que una vez más mi bolsillo disfrutó de un bonito descanso.

Ahora me tocaba compensar, y nos dirigimos a mi coche. El se encargaría de llevarnos donde pudiera satisfacer sus encantos con lo que mejor se cocinar…

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